Es la primera vez que me veo en una foto y noto como los años han pasado en mí. Noto unas pequeñas arruguitas de patita de gallo a un costado de mis ojos. Veo eso y también como mi rostro se ve más amplio, con un aire un poco más maduro. He crecido.
¿Así que así es como se ve crecer?
Bueno, tal vez es por que estos últimos días he visto con mayor cercanía a dos personas de edad avanzada: mi abuela y mi tía abuela. Las he visto con los años encima, con los oídos apagados y la mente abandonada. Y he pensado en mi.
¿Llegaré en un momento a ser anciana de esa manera?
Cuando uno es niño y ve a los abuelos no lo siente de manera cercana, no vez incluso lo que podrían llegar a estar sufriendo, simplemente los vez como angeles que están ahí haciéndote sentir bien. Y así pasan los años hasta que te das cuenta que también tu envejeceras.
Y heme aqui, entre el pasado y el futuro, me he quedado vagando en la habitación, viendo al techo y pensando que probablemente hoy lo vea de una manera y en unos años sea de otra.
Me he reflejado en aquellas dos viejecillas, ellas ya no tienen fuerzas (literal) ya no pueden saltar ni caminar como antes, ni comer lo que quieran, y ni siquiera tienen papilas gustativas, y bueno, no oyen bien y lo que dicen lo hablan con una calma que te arrulla.
Podrán verse ancianas, podrán no poder caminar rápido, podrán quedarse dormidas pero lo que han vivido está marcado en sus pieles, en los huesos, en las memorias, en aquel abrazo que aún recuerdan como se siente aunque ya no recuerden lo vivido de la persona que se lo da. Se quedaron con todos los recuerdos grabados en el alma. Las historias están en aquellos tiempos en que fueron vividas, llevan grabado un casete de recuerdos aunque ya no sean consientes de ellos.
Y si, tengo que admitir que tengo miedo de llegar a esa edad, pero aquí estoy en el camino a ello, con el cuerpo listo para grabar memorias…